Sentir la misericordia de Dios

TESTIMONIO #183

Buenas noches.

He asistido este fin de semana al Retiro de «Renovados en el Espíritu» en Carranza, y el efecto más inmediato de esa experiencia es que no quería que terminara lo que estaba viviendo allí.

Me he marchado con más sed de Espíritu Santo, de sentirme directamente conectado a las sanaciones y liberaciones que se estaban produciendo en mis hermanos/as. Vivir una alegría colectiva desbordada por la presencia del Amor de Dios es difícil de describir.

He de reconocer que, en mi caso, me ha pasado un poco de todo.

Desde llorar sin parar sintiendo una liberación tremenda, de ir aliviando heridas, hasta sentirme desorientado en otros momentos en los que pensé que el Espíritu Santo no quería actuar en mí porque no me inspiraba lo que debía pensar ni lo que debía decir o escribir, hasta que me día cuenta de que yo le había pedido en esa curación de heridas que me sanara mi falta de humildad, y Él me ofreció sentirme humillado, vaciarme de mi ego. El Espíritu Santo me hizo pasar por la prueba de hacerme sentir menos querido por Él que el resto de los hermanos, sí inspirados, para tomar conciencia de mi orgullo y aprender a ser el último.

Pero creo que lo que buscaba era que aprendiera la lección de no compararme a los demás, de no inclinarme a un perfeccionismo obsesivo y aceptarme a mí mismo en mi fragilidad y en mi miseria.

Y lo que recibí al día siguiente fue en la dirección de esa interpretación, haciéndome sentir el Amor de Dios Padre, con independencia de como sea yo, simplemente porque soy su hijo. Sentí que Jesús estaba allí también presente para mí, aunque no me atreviera a acercarme del todo a Él. Pero sentí que, al tocar con su poder a mis hermanos/as, moviéndose en sus almas, me amaba también a mí, que me hacía sentir privilegiado por ser testigo de esas gracias.

Llegué a sentir que quería arrojarme a sus pies y abrazarlos, y que esa visualización me llenaba de consuelo.

El salón de actos de un balneario de Bizkaia se convirtió en un espacio inundado de AMOR que fluía en todas direcciones sanando y liberando.

Y cuando yo ya había aceptado ser un hijo de Dios amado por su Padre, recibí un regalo inesperado.

La imagen de una prima fallecida se manifestó a alguien con don de profecía para hacerme revelar que esa alma intercedía por mí desde el Cielo o Purgatorio.

Pero el mayor regalo no fue saber que un alma estuviera intercediendo por mí, sino el tener la convicción de que esa alma intercedía por mí porque yo lo había hecho por ella, convirtiéndose en un testimonio espiritual de que rezar por las almas de fallecidos provoca una liberación de ellas, y que eso provoca una correspondencia de gratitud que nos protege a los que seguimos en esta vida.

Creo que aquí sí hubo una clara intención del Espíritu Santo en la elección de esa imagen, de esa alma, Olga; porque no se manifestó la imagen del alma de mi padre, mi madre, abuela… sino la de una prima con la que no tenía un trato habitual.

Y creo que lo hizo para transmitir el mensaje de que cualquier alma por la que recemos con el corazón puede ser beneficiada de sus sufrimientos por medio de nuestras oraciones.

Así que, de alguna manera, creo que una de las mayores gracias que he recibido en este Retiro ha sido sentir la misericordia de Dios por solicitar la misericordia para las almas del Purgatorio.

Gracias a Dios por utilizaros como instrumentos suyos para sanar, liberar y evangelizar.

Que Dios os bendiga.