Un encuentro Real con el Amado

TESTIMONIO #024

Doy gloria a Dios por sus maravillas y por la bendición de tener al alcance estos retiros del padre Salvador, donde solo he podido experimentar la Misericordia del Señor a través de su Santo Espíritu.

Me quedo maravillada al ver las grandezas que Dios hace por medio de un grupo de servidores, canales, instrumentos maravillosos en sus manos.

Agradezco profundamente todo el servicio y entrega que nos muestran en estos encuentros.

¡Cuánto bien han hecho en mi vida! Sobre todo en mi crecimiento Espiritual; pues he de decir que el Espíritu Santo era ajeno a mí.

Gracias a estos retiros, ahora soy consciente de que no podemos ser cristianos sin la presencia del Espíritu Santo.

Quiero compartir mi experiencia personal con el Espíritu Santo a través de la palabra de profecía y de su Palabra que es Viva, Eficaz y tiene Poder.

Esperé con muchas ansias la llegada de este encuentro; durante los días previos al retiro insistí en la oración y pedí intercesión por medio de novenas, para preparar mejor mi casa interior. Tenía muchos deseos de tener un encuentro real con el Espíritu Santo.

Llegué el viernes con gran alegría y con el corazón dispuesto a recibir todo lo que el Señor quisiera regalarme; para mayor alegría el Señor nos recibió a la puerta con una palabra. ¡Grato recibimiento!

Yo iba pensando: «Si me toca dar testimonio, ¿qué diré?» Pues no soy muy abierta a hablar en público.

Para mi sorpresa abro la cita: Mc 13, 11.

«No os preocupéis por lo que habréis de decir; decid lo que se os inspire en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu Santo.»

El Señor siempre está atento a responder.

El sábado por la mañana, en la enseñanza que nos preparaba para recibir el bautismo en el Espíritu, en el momento de la alabanza, yo comencé a alabar y a pedirle a Jesús:

«Aumenta mi Fe, renuévame, derrama tu unción poderosa. Quita en mí todo pensamiento negativo, dudas, miedos, inseguridades, todo cuanto impida dejar hacer al Espíritu Santo en mí.»

Cuando terminó la enseñanza, Adriana se dirigió a mí y me dijo: «Pide más Espíritu Santo, pide con mucha Fe, el Señor tiene algo grande para ti

Mi sentir en ese momento fue que el mismo Jesús me estaba hablando y abracé esa palabra con todo mi corazón, me emocioné y lloré; sentí la caricia del Señor a través de Adri.

Justo en ese momento teníamos un pequeño descanso y me fui a la habitación con una mezcla de emociones. Y allí el Señor me bendijo con la gracia sanadora del «Don de lágrimas». No podía parar de llorar, me sentía súper amada por Jesús, y cuando cesó el llanto, experimenté una paz tangible y una profunda confianza Él.

Tenía la Biblia conmigo y con mucha Fe le pedí al señor: «Confirma con tu Palabra lo que yo acabo de recibir.»

Cuando abrí la Biblia el cuerpo me empezó a temblar; me desbordé en agradecimiento y solo podía más que bendecir el Nombre de Jesús: Mc 16, 15-18.

«Y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.”»

El Cielo me dio certeza de su Poder.

Enseguida teníamos la Eucaristía y la efusión para recibir el bautismo en el Espíritu.

Toda la Eucaristía fue un desbordante Amor de Jesús. Era como estar transportada al Paraíso en la presencia de Jesús; la saboreé con intensidad, el interior de mi corazón se sentía tocado por la Gracia de Dios.

En el momento de la efusión, el padre dijo que todos los que quisiéramos recibir el poder del Espíritu Santo nos acercáramos para que los hermanos pudieran orar.

Mi deseo fue instantáneo, no lo dudé ni un segundo, sentía mucha libertad y apertura.

Me acerqué y comenzaron a orar por mí; yo me entregué a la alabanza con los brazos abiertos mientras le pedía al Señor que actuara con su poder: «Te doy permiso para hagas lo que quieras en mí…»

De nuevo el cuerpo me empezó a temblar; de repente sentí que Jesús vino a mí y con los brazos extendidos me sumergió en un profundo abrazo, y yo en su pecho descansé. Fue entonces que tuve un descanso.

Era como si a mi lado no hubiese nadie; solo éramos Él y yo. Me sentía absorbida en Él, «un encuentro Real con el Amado».

Mientras estaba en descanso comencé a sentir un toque directo de corriente eléctrica que aumentaba en grande conforme los hermanos seguían orando; me sentía como un bloque en el suelo, todo mi cuerpo inmovilizado, a excepción de mis manos que permanecían levantadas en todo momento alabando a Dios (así me lo sugería el Espíritu).

Quería mover mi boca para bendecir al Señor, pero no podía.

Una corriente desde el vientre me subía hasta mi lengua. En mi interior seguía alabando y dando gracias a Dios por lo que estaba obrando en mí. Entonces en ese momento escuché al padre Salvador, que dijo: «Don de lenguas.» Y mi lengua se soltó. Empecé a hablar en lenguas continuamente, era un no parar y así continué por largo rato… Y entonces el padre se acercó a mí y me puso la mano en el pecho y me dijo: «Paz.» Verdaderamente sentí una profunda Paz en el Señor.

¡Jesús hizo el milagro y atendió a la voz de mi súplica!

Todo el Retiro fue un encuentro sorprendente, renovador y transformador para mi vida. Hoy día sigo alabando y bendiciendo a Dios por sus maravillosas obras. Mi único deseo es seguir creciendo en la Fe y amar al Señor con sincero corazón.

«Él es mi fuerza y mi salvación.»

«Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca» Salmo 34, 1.

Adorada y glorificada sea la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Gracias! Comunidad Somos hijos de Dios, que vuestras vidas sigan siendo instrumentos de Fe y del puro Amor de Jesús.

¡Bendiciones!

Alejandra.