¡Llena de esperanza!

TESTIMONIO #103

Alguna vez leí un texto de Thomas Merton que decía «yo no busqué a Dios, Él me buscó a mí»… Hoy, por primera vez, entiendo esta realidad:

Sin saber nada de ellos, ya que no me han «vendido» ninguna idea, descubrí «por casualidad» una Misa de sanación en noviembre de 2021 en Moratalaz. Posterior a esto he asistido en marzo de 2022 al retiro de Perdón con los padres Salvador Romero, Jesús López y Abraham entre otros, en el Valle de los Caídos. La verdad que sin grandes expectativas, pero con disposición de corazón: muy necesitada de este espacio. La experiencia es difícil de resumir, pero intentaré centrarme en los frutos más importantes que percibo hasta este momento:

  1. Aún no salgo de mi sorpresa por la presencia de ese gran número de católicos y de ver tanta devoción: no sólo en personas mayores de 50 años; había muchos matrimonios, sorprendente la presencia también de jóvenes, hombres solos (que suelen ser menos predispuestos a estas cosas) y mujeres de todas las edades. Algo fundamental en un momento en el que parece que se hubiera extinguido la fe y muchas veces me había sentido de alguna manera resignada a vivir en un ambiente de tibieza y de soledad espiritual sin esperanza alguna.

  1. Ver el rostro de los sacerdotes transformado, amoroso, totalmente sincero, ver su entrega total… esto me dice mucho más que cualquier palabra que ellos puedan pronunciar. Ver de verdad, con mis propios ojos algo que con las palabras no se puede describir y sentir que ellos transmiten esa llama viva del corazón, ¡me emociona y me conmueve tanto! Ha sido un regalo increíble que nunca nunca pensé recibir. Les doy las gracias a todos incluido el padre Jesús Navarro que fue mi confesor, porque con tanta crítica a la iglesia católica, al final casi que uno llega a creer que esto es lo que hay, y necesitaba ver que sí, que todavía tenemos sacerdotes vocacionales, verdaderos pastores y mucha fuerza como iglesia y como comunidad de FE, aunque los otros hagan más ruido, ¡aquí estamos!

  1. Acudí con la intención de sanar ciertas heridas familiares y aunque la sanación es un largo camino, las lágrimas y una conversación profunda que tuve al regreso con mi madre, me confirmaron que todo fue verdad. Ahora entiendo perfectamente que mi herida de soledad me llevó a tener tantas relaciones vacías y mal fundamentadas buscando el amor para llenar algo que sólo Dios puede en mi alma y también recibí la valiosa guía por parte del padre Salvador para fortalecer mi matrimonio en constante comunicación.

  1. Algo que ni de lejos esperaba porque no lo pedí, es sanación física, ya que desde hace 10 años, tras una experiencia traumática con una pareja, padecí un trastorno depresivo que me dejó como secuela una espasticidad en las piernas y en las mañanas los músculos estaban siempre contracturados y agotados de dar patadas en la cama. La solución era tomar para toda la vida bezodiacepinas y había decidido vivir con ello sin tomar nada. Esta mañana por primera vez me levanté de la cama con las piernas relajadas… totalmente «normales». Después de tantos años, es increíble el alivio.

  1. Por último y como si fuera poco, la reafirmación en mi misión de vida, ya que creo que con la medicina pasa algo muy similar al sacerdocio: si se hace con el corazón vacío, difícilmente resulta humanista y mucho menos va a ser espiritual; no podemos dar de lo que no tenemos. En este retiro recibí de una manera muy clara el mensaje de que lo que hago es importante para muchas personas y que Dios me ha puesto ahí por una razón y que estoy en ese camino, así que también voy con fuerzas renovadas para seguir con mi tarea.

En resumen: ¡LLENA DE ESPERANZA! Doy gracias a Dios por tantas y tantas bendiciones y animo a los sacerdotes que están trabajando en esta misión a seguir en este camino, porque los necesitamos.

¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS!