Maravilloso

TESTIMONIO #016

Las primeras palabras que salen de lo más profundo de mi alma, antes de relatar mi experiencia, son: ¡Gloria a Dios!

El fin de semana del 27, 28 y 29 de septiembre de 2019, en el retiro Renovados en el Espíritu, he tenido un encuentro con el Señor y con el Espíritu Santo, acompañada siempre de la mano de nuestra Madre María, que llamar maravilloso a lo que me ha pasado es quedarme muy corta.

Por primera vez en mi vida, he sentido dentro de mí la fuerza inmensa del Espíritu Santo, aunque he descubierto en este retiro que el Espíritu Santo ya había actuado en mí durante una Adoración en la parroquia del padre Salvador, solo que en aquella ocasión no sabía que lo que estaba sintiendo era la fuerza del Espíritu Santo, y ahora ya me ha quedado claro que me estaba preparando para lo que tenía que vivir.

Durante la primera Eucaristía en el retiro, ya el Señor me mostró su primera señal en forma de presencia de Luz cuando cerré los ojos para orar, y vi a la chica que tenía apenas a un par de metros de mí, con una luz toda su figura; abría y volvía a cerrar los ojos pensando que si era verdad aquello que estaba viendo, porque habiendo tanta gente en el mismo lugar, ¿por qué veía solo a aquella chica llena de luz?

Luego ya supe el por qué, el Señor lo tiene todo previsto.

Ya el segundo día vino lo fuerte, en la capilla. Me puse en la cola para recibir al Espíritu Santo, con mucha esperanza de que algo pudiera pasar, porque mi alma lo deseaba con todas mis fuerzas, pero con un poco de nervios en el estómago por la incertidumbre de qué iría a pasar.

En cuanto el padre Salva puso su mano sobre mi cabeza sin tocarme, y empezó a invocar al Espíritu Santo, abrí mis ojos un milímetro para intentar ver la cara del padre y en ese instante sentí que me desplomaba. Me quedé sin fuerzas y me fui al suelo, mientras alguien por detrás me sujetaba para dejarme caer con suavidad. Caí en una posición y sentí que algo me hacía poner los brazos en Cruz. Así se pusieron porque yo ya no era dueña de mis actos.

En ese momento, y mientras sentía (porque los ojos no los podía abrir) que las personas seguían invocando al Espíritu Santo junto al padre Salvador, yo sentí una fuerza que me tenía pegada al suelo sin dejar que moviese mi cuerpo, y a continuación empecé a sentir en mis manos hasta un poco más arriba de mis muñecas y en mis pies hasta la zona de las rodillas, una fuerza impresionante. Parecía que me habían puesto un saco de 50 kg en cada extremidad de mi cuerpo, pero sin sentir dolor. En ese momento sentí que el Señor me decía:

«Así me sentí prisionero cuando me crucificaron.»

Y mis lágrimas empezaron a brotar de mis ojos cerrados y a sentir una pena tan tan tan grande por lo que le habíamos hecho al Señor en su Calvario, que no podía dejar de llorar y pedirle perdón desde mi alma.

Yo siempre he sentido esa pena cuando rezo los misterios dolorosos del Rosario y le pido perdón al Señor por lo que le hicimos crucificándolo, porque no sabíamos lo que hacíamos, y Él me hizo sentir ese momento tan terrible, pero sin hacerme daño, solo poniéndome el peso inmenso del dolor y a la vez haciéndome ver la gran Misericordia que tiene por nosotros, ya que si quisiera con un chasquido de dedos podría hacer con el mundo entero lo que quisiera, pero Él nos hace libres para decidir, y así lo sentí.

Sentí que el Señor me estaba perdonando cada miseria que aún podía quedar en lo más profundo de mi subconsciente, donde somos incapaces de alcanzar a llegar, pero que Él sabía que eso era lo que yo deseaba, perdón infinito por cualquier cosa que tuviera escondida en mi alma y que no alcanzara a recordar.

Quedé tumbada en el suelo en esa posición. Ni sé el tiempo que pasó.

Después, muy poco a poco, pasó de ser un gran peso a ser un hormigueo que me iba dejando libre para poder moverme. Me quedé sin fuerzas y me resultaba dificilísimo levantarme.

Cuando pude reaccionar y ya por fin ponerme en pie con bastante dificultad para mantener el equilibrio, fui a los pies de la imagen de María y a los pies de la imagen del Crucifijo donde estaba la imagen de Jesús, a besarlos y darles las gracias por Amarnos tanto, por ser tan grande su Misericordia. Era el gesto que mi alma me pedía hacer.

Al día siguiente tuve un segundo descanso en el Espíritu, durante una nueva invocación, donde también caí desplomada al suelo y sentí de nuevo el gran Amor que el Señor nos tiene, y aunque no podía hablar ni abrir los ojos, mi alma no dejaba de adorarlo y repetir: ¡Señor, te Amo! ¡Gloria por siempre mi Rey! Mi alma chillaba porque sabía que Él me escuchaba.

Este relato lo acabo aquí, quedándome en el tintero muchas más cosas que me hubiera gustado contar y que no habría página suficiente para relatarlas.

Lo que no puedo dejarme en el tintero, es un muy muy especial agradecimiento a dos personas maravillosas, Pedro (guitarra) y Teresa (quien llevaba la vela en la Adoración). Les agradezco con toda mi alma sus palabras, su sabiduría (Pedro, sigo tus consejos), el inmenso corazón de ambos y los abrazos y cariño de Teresa, que estaba ahí consolándome cuando lo necesité y dándome su fuerza y su compañía. Sois muy especiales, os llevo ya para siempre en mi corazón.

Agradecida también al resto del grupo, que habéis dado lo mejor de vosotros para que pudiésemos estar disfrutando de un ambiente precioso. La preparación del altar, la música y demás cosas en las que todos habéis estado perfectos y maravillosos como siempre.

Y dar las gracias al padre Salva, Adriana y Fabiola, porque ahora sé por qué el Señor os puso en mi camino.

¡Gloria a Dios!

Puri.

Tú eres luz y luz para el mundo

TESTIMONIO #015

Quiero dar gracias al padre Salvador por ser tan buen predicador y sacerdote. Tiene fuego y arrasa.

El retiro Renovados en el Espíritu fue muy interesante. Aprendí muchísimas cosas que intuía pero no las sabía con nombre y tan bien explicadas.

Soy muy parada para hablar en público y no me atreví a compartir mis testimonios en los momentos de las dinámicas, pero he de decir que este tipo de dinámicas abren el corazón y la confianza de sabernos amados y utilizados por Dios.

En una de las dinámicas estaba alucinada, porque era Dios animándome a ser ese instrumento para transformar vidas. Yo pensaba que sí, pero no me fiaba de ese sentimiento, cuando volví a leer el escrito, que ponía así:

«Ha llegado el momento de despertar y de lanzarte a ese llamado que tienes en el corazón. Tú eres luz y luz para el mundo. No tengas miedo, yo voy delante de ti guiándote y llevándote a las personas que quiero que rescates» (es más largo, pero subrayo lo más importante).

Me faltaba que Dios me lo escribiera. Y lo hizo.

Esto ha sido una bendición y una inyección de ánimo.

Todos los de la Comunidad sois muy amorosos y dispuestos a escuchar, seguid así y no cambiéis nunca. El padre, gran predicador. Los músicos muy metidos en las canciones. La chica de las dinámicas, llena de Dios, con mucha luz y seguridad. Las chicas de la tienda muy alegres. Los demás muy amables y muy en lo suyo. Todo muy coordinado.

Dios siga bendiciendo a esta Comunidad y al padre Salvador para que en cada retiro nos llevéis a otro paso más profundo. Muchas gracias.

¡Gloria a Dios! ¡Bendito sea, porque va dejando el fuego de su Espíritu en cada corazón!

Encarna.

Él no tiene ni tiempo ni espacio

TESTIMONIO #014

Era para dar Gloria a Dios, porque en la última Adoración que pasaron en vivo fui sanada de un dolor al cuello.

Tenía un problema de tendinitis y el médico no sabe como se fue. Yo recibí esa palabra; bueno, el padre que la dijo no dio el mandato como palabra de conocimiento, pero sí pidió al Señor por dos personas: una con dislexia y otra por el problema de dolor de cuello. Yo tomé esa palabra para mí y fui teniendo una sanación progresiva.

El viernes me entregaron el informe médico donde dice que no tengo tendinitis. Fue gracias a mi Jesús, porque yo se lo pedí, y cuando vi la Adoración sentí que era yo. No tomé ningún medicamento.

Gracias Señor, porque estás vivo y sanas a todos los que con fe te lo pedimos.

Pertenezco a la Comunidad de María Santísima, en la República Dominicana. Y sé de esto de las palabras de conocimiento, por eso les aconsejo que no se corten en decirlas como tal. Jesús hace milagros en estas Adoraciones porque Él está real en ese momento y aún después, en las grabaciones, porque Él no tiene ni tiempo ni espacio.

Dios los bendiga.

Gracias.

Oración de sanación física

TESTIMONIO #013

He tenido problemas en el cuello durante más de 20 años. Desde la oración de sanación física, no tengo ningún problema.

Jesús, has cuidado de mí, estás aquí, sáname

TESTIMONIO #012

Nada más escuchar los primeros acordes y la voz tan dulce de Ana en la 1ª canción (Jesús, has cuidado de mí, estás aquí, sáname) noté inmediatamente la sanación de mis heridas interiores, percibí como una taquicardia y un calor en el corazón, aún haciendo frío en la sala como hacía por la lluvia. Empecé a llorar y a llorar, no podía parar. Cada vez que entonaba el canto, de nuevo sentía cómo Dios me había protegido y cuidado incluso antes de nacer. Cómo me ha amado y ha pensado en mí, en la familia en la que he crecido, en mi historia de vida. Vi que todo estaba en orden porque Jesús siempre había estado a mi lado cuidándome.

Nueva Evangelización

TESTIMONIO #011

Doy Gracias a Dios por este fin de semana que hemos compartido. Le doy Gracias por su perdón y su misericordia y por la Comunidad «Somos hijos de Dios».

Como se ha dicho en este fin de semana, la Nueva Evangelización pasa por nuevos evangelizadores, Renovados, Sanados y Ungidos por Dios para ser testigos de que Jesús está Vivo y Presente. Un evangelizador Renovado, Sanado y Ungido no solo cree en el Espíritu Santo y lo anuncia, sino que también cree en el Poder del Espíritu Santo. Es necesario pasar de la fe en Dios, que suele ser pasiva, a la Fe de Dios, siempre activa.

En este fin de semana, he experimentado personalmente el gran Poder que el Espíritu Santo ha ejercido a través de la canción: «Jesús, Tú has cuidado de mí y estás aquí. Sáname.» Desde el Viernes hasta el Domingo, cada vez que orábamos esta canción, las palmas de mis manos ardían más.

En la tarde del sábado, el Señor me permitió experimentar lo que relato a continuación, durante la oración en el Seno Materno. Era la tercera vez que entraba en esta oración y ha sido totalmente diferente. Mi primer contacto con esta oración lo tuve en febrero de 2015, en un encuentro con el P. Ghislain Roy. Me descubrí profundamente amado en el seno de mi madre, viví placenteramente mis nueve meses desde la concepción hasta el parto. Nací sin problemas. Al acabar el padre nos dijo que abrazáramos a la persona que teníamos al lado, así que abracé a Yolanda con todo el amor de que fui capaz y tuvo un descanso en el Espíritu. Me asusté, porque no sabía qué era, solo vi que se me escurría entre los brazos. La segunda vez fue en el retiro de Abril del año pasado. Tras el parto, abracé y levanté a un chico que se quedó sentado tras el parto y al abrazarlo experimenté que no era yo, sino que Jesús me utilizaba para abrazarlo. Este sábado en la tarde, al comenzar la oración cerré los ojos y abrí mis manos, con las palmas hacia arriba, en señal de apertura y petición, descansados los brazos sobre mis muslos. Inmediatamente, al comenzar las primeras palabras introductorias, comenzaron a arder las palmas de mis manos, como si tuviera dos bolas de fuego. Sin abrir los ojos, me decía: «¿Qué es esto?» Seguí atentamente toda la oración, pero no entré en el seno de mi madre. Yo pensaba, «estamos en esta oración y yo estoy fuera con las manos ardiendo». Avanzaba la oración y me sentía como espectador en una asamblea que se iba sanando, pero seguía muy atento cada palabra de la oración. En eso que comienzan a llorar dos mujeres, una la escuchaba a mi derecha y la otra a mi izquierda. Sus gemidos iban aumentando de tono y, de repente, mis brazos comienzan a elevarse solos, poco a poco, hasta que las palmas alcanzan la altura de mis hombros, con los codos apegados al tronco y mis manos se van girando una hacia la derecha y la otra hacia la izquierda, por donde me llegaban los gemidos. Las palmas ardían mucho. Yo seguía la oración y en mi interior se actualizaba. Si, por ejemplo, decía: «… ahora perdona a tu madre…», desde mi mente salía esto: «… madre ahora quedas perdonada…». Y así con cada frase de la oración. No podía bajar los brazos. Permanecí en esta situación hasta que enmudecieron los gemidos llorosos de las mujeres. Solo entonces pude bajar los brazos. Enseguida abrí los ojos, aunque la oración no había terminado, pero faltaba poquito. A mi derecha una señora bastante mayor, estaba echada en el suelo en posición fetal. Tenía una mano junto a su boca. Era la viva imagen de un bebé de más de 50 años, como si estuviera en el seno de su madre, pero vestida de persona mayor. A mi izquierda, habían 4 o 5 mujeres, y no pude identificar la que había estado llorando. Tras el parto, me levanté tranquilamente y contento porque no tenía que levantar a nadie. No sé por qué me giré, seguro de ser el último de esa zona de la Capilla y me sorprendí al ver que detrás de mí había un chico. Cuando yo me había sentado, allí no había nadie. Debió llegar después, pero yo no lo oí. Estaba sentado. Me acerqué, lo abracé y lo levanté. Lo tenía abrazado de modo que con mi brazo izquierdo rodeaba todo su cuerpo, y con el derecho también, pero recayendo mi mano derecha sobre su cabeza. En ese momento, en mi interior sentí: «Te amo hijo mío. Te amo hijo mío.»

Por último, y lo más impactante, lo recibí en la Eucaristía del Domingo. En estos retiros, todo es impactante para mí, porque experimento físicamente al Señor. Lo más impactante, repito, fue la Eucaristía de Sanación del árbol genealógico. Abrazando un folio con el nombre de mis familiares, vivos y difuntos, sentía que el amor de Dios, y mi amor, llegaba a ellos. Y lloraba sin parar. Cuando los vi depositados en el altar como ofrenda unida al sacrificio de Jesús, se desataron las compuertas. El culmen fue cuando el padre, descansando el Cáliz con la Sangre de Jesús sobre todos mis familiares, quedaban purificados. Su Sangre nos limpia. El padre dijo: «Seguid con los ojos cerrados a ver qué quiere revelarnos el Señor.» Aquí va lo que me reveló a mí: «Todos son mis hijos. Tú estás contento porque hoy, gracias a mí, puedes intervenir en la vida de tus familiares, vivos y difuntos. Pero no es suficiente para mí, porque todos son mis hijos. Lo mismo debéis hacer por todas las almas de vuestro tiempo. Vosotros, que coméis mi Carne y bebéis mi Sangre, tenéis la responsabilidad de hacer lo mismo por todas las almas que coinciden con vosotros en el tiempo, porque yo los amo a todos.»

Esto es lo que el Señor me ha permitido vivir en este retiro, para Gloria Suya.

Alabada sea la Santísima Trinidad y alabado sea el Inmaculado Corazón de María.

Lucas.

Jesús Vivo y Resucitado

TESTIMONIO #010

Doy gracias a Dios por haberme informado de este retiro, fue maravilloso y muy sanador. No conocía nada del padre Salvador, pero me fie del Señor para ir. Cada oración, cada Eucaristía, cada Adoración, me llevaban a ese encuentro con un Jesús vivo y resucitado que se derramó en gracias, misericordia, bondad y amor. Gloria a Dios.

Los servidores todos bien puestos en la labor en la cual el Señor llamó. Unos al servicio de la acogida, otros en la música, otros en la alabanza, otros en la liturgia, otros en la tienda, otros en ayudar al sacerdote. Todo era una perfecta armonía organizada por Dios Padre que es quien llama a sus hijos y adorna con un don para su servicio. Pude darme cuenta que cada quien respetaba la labor del otro y eso hizo posible el fluir del Espíritu Santo. De todo hay en la viña del Señor, pero aprender a convivir entre hermanos y servir es bien difícil y complejo. No digo que no tengáis problemas internos, pero de cara a nosotros todo fue muy bello y bien cuidado. Además los frutos son los que hablan, yo personalmente recibí mucha sanación y quienes me acompañaron también. Por eso quiero dar las gracias al padre Salvador y a su equipo de servidores. La casa de Espiritualidad nos llevó en todo momento a ese encuentro con Jesús. Austera y sencilla pero con un encanto que la hace especial, y sobre todo que te hace sumergir en la oración y en la profundidad de lo que se está viviendo.

Muchas gracias. Esperamos volver a veros y poder hacer todos los retiros que dijo el padre Salvador.

Bendiciones,

Ana María.

Ni punto de comparación

TESTIMONIO #009

Quiero dar las gracias a Dios por la vida del padre Salvador, por sus retiros, por las Adoraciones y por su Comunidad Somos hijos de Dios.

He vivido con vosotros dos retiros y decirles que ni punto de comparación. Aunque en el retiro anterior habían dos personas muy ungidas (Miguel Horacio y Sergio Soto), a la Comunidad se le veía muy descentrada. Yo del Espíritu no sé mucho, pero no se les veía al 100% como se les vio en este retiro, que fue fantástico. Todos estaban muy en comunicación, perfectamente en armonía y eso hace que el ambiente sea óptimo para el sentir de Dios. Allá en los cantos los chicos nos hacían sentir que era Dios hablándonos; esta chica que conducía la oración también iba tocando nuestros corazones, y metiéndonos en esa presencia de Jesús. Las otras chicas que nos llevaban a los sacerdotes para confesarnos, muy amables y discretas. La chica que vino más tarde para arreglar el altar, demostraba mucho amor por su labor. Para mí la mejor, porque es dejar todo precioso para que salga Jesús, para recibirlo. En general, todo muy bien llevado. Y les felicito por ser tan buenos servidores y ayudar al padre Salvador, y sobre todo en servir al Señor. Todo lo que decía el padre en esas oraciones que hizo, tocaron mi alma y hoy me siento libre de muchas cargas que llevaba detrás y que me tenían paralizada. He llorado muchísimo en todas las oraciones y en la confesión. Sigan así con las Adoraciones, porque eso de que alguien vaya hablando y metiendo a la gente en esa presencia del Señor es muy importante. Muchas gracias por tanta entrega, disponibilidad y por conducirme a Jesús más adentro. Gracias.

Ah, se me olvidaba decirles que el lugar, muy lleno de Dios; eso también les ayudó porque ese lugar es muy bonito y a mí personalmente me ayudó mucho a sentir al Señor. Gracias.

Dios los bendiga y les multiplique sus dones.

María.

Mi corazón y mi vida personal

TESTIMONIO #008

Quiero dar las gracias a Somos hijos de Dios y al padre Salva por tan bonita y ungida Adoración. Muchas de las palabras que orabais y los cantos han tocado mi corazón y mi vida personal. Gracias, infinitas gracias. Yo estuve en el retiro con vosotros; estas Adoraciones podríais hacerlas en los retiros, porque el Señor habla a través de vosotros. Gracias.

Bendiciones,

Janeth.

Ungidas horas santas

TESTIMONIO #007

Quiero daros las gracias por tan ungidas horas santas que hacéis los hijos de Dios junto al padre Salva.

Hoy especialmente mis miedos me tenían paralizada y me sentí profundamente tocada con esa palabra que el Señor puso en boca de la hermana Adriana (creo que se llama así, la chica que habla con esa voz tan dulce). También tenía mucha incredulidad de pensar que el Señor quiera ayudarme, porque a veces pienso que se ha olvidado de mí. Gracias por las canciones, han tocado mi corazón y me han hecho llorar mucho. Decir que el altar estaba precioso. Muchas gracias.

Bendiciones,

Marta.