El Señor te dice que sí

TESTIMONIO #026

Estuve en una de las Adoraciones que se hacen los segundos y cuartos domingos de cada mes y, durante la Adoración, yo pedí al Señor que a través del padre Salva me diera una confirmación de algo importante que yo necesitaba saber.

En el momento que estoy pidiendo al Señor «Señor, dame la contestación por favor, lo necesito saber ahora», en ese momento el padre Salva dijo: «Para una persona que necesita una confirmación, el Señor te dice que sí

¡Gloria a Dios!

Puri.

El Rey se hace presente en todo su esplendor

TESTIMONIO #025

Buenos días, hermanos en Cristo:

Os quiero dar las gracias por la hora de Adoración que hacéis ante Jesús sacramentado. Ya que no vivo en Valencia os sigo siempre por esta transmisión en vivo, donde el Rey se hace presente en todo su esplendor y vosotros, sus instrumentos elegidos, para hacernos llegar una palabra de aliento, de confirmación, de amor, de dulzura de ese Dios que nos Ama infinitamente.

Llevo varios días pidiendo a Dios una confirmación de una palabra que me sale repetidamente en la Biblia. Creía que era casualidad. Cuando el sacerdote dijo que alguien estaba pidiendo confirmación de algo… enseguida me entró un nervio, empecé a sudar y sabía que era yo.

¡Gloria a Dios! Tenía que tomar la decisión de un cambio de residencia, y aunque todo me ponía que sí, me faltaba ese sí tan directo. Gloria a Dios.

Dios os siga bendiciendo y siga multiplicándose en dones y carismas con esta Comunidad evangelizadora. Se os ve radiantes y felices. Una Comunidad evangelizadora está muy bien ser así, pequeña. En lo pequeño. Así funcionan las células evangelizadoras, grupos máximo de 13 o 14 personas, pero que cuando crecen han de salir a formar otros grupos.

Os llevo en mis oraciones, Comunidad Somos hijos de Dios. Y muchas gracias por ese Fiat a ser misioneros del Amor de Dios.

Un abrazo en Cristo.

Paz.

Un encuentro Real con el Amado

TESTIMONIO #024

Doy gloria a Dios por sus maravillas y por la bendición de tener al alcance estos retiros del padre Salvador, donde solo he podido experimentar la Misericordia del Señor a través de su Santo Espíritu.

Me quedo maravillada al ver las grandezas que Dios hace por medio de un grupo de servidores, canales, instrumentos maravillosos en sus manos.

Agradezco profundamente todo el servicio y entrega que nos muestran en estos encuentros.

¡Cuánto bien han hecho en mi vida! Sobre todo en mi crecimiento Espiritual; pues he de decir que el Espíritu Santo era ajeno a mí.

Gracias a estos retiros, ahora soy consciente de que no podemos ser cristianos sin la presencia del Espíritu Santo.

Quiero compartir mi experiencia personal con el Espíritu Santo a través de la palabra de profecía y de su Palabra que es Viva, Eficaz y tiene Poder.

Esperé con muchas ansias la llegada de este encuentro; durante los días previos al retiro insistí en la oración y pedí intercesión por medio de novenas, para preparar mejor mi casa interior. Tenía muchos deseos de tener un encuentro real con el Espíritu Santo.

Llegué el viernes con gran alegría y con el corazón dispuesto a recibir todo lo que el Señor quisiera regalarme; para mayor alegría el Señor nos recibió a la puerta con una palabra. ¡Grato recibimiento!

Yo iba pensando: «Si me toca dar testimonio, ¿qué diré?» Pues no soy muy abierta a hablar en público.

Para mi sorpresa abro la cita: Mc 13, 11.

«No os preocupéis por lo que habréis de decir; decid lo que se os inspire en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu Santo.»

El Señor siempre está atento a responder.

El sábado por la mañana, en la enseñanza que nos preparaba para recibir el bautismo en el Espíritu, en el momento de la alabanza, yo comencé a alabar y a pedirle a Jesús:

«Aumenta mi Fe, renuévame, derrama tu unción poderosa. Quita en mí todo pensamiento negativo, dudas, miedos, inseguridades, todo cuanto impida dejar hacer al Espíritu Santo en mí.»

Cuando terminó la enseñanza, Adriana se dirigió a mí y me dijo: «Pide más Espíritu Santo, pide con mucha Fe, el Señor tiene algo grande para ti

Mi sentir en ese momento fue que el mismo Jesús me estaba hablando y abracé esa palabra con todo mi corazón, me emocioné y lloré; sentí la caricia del Señor a través de Adri.

Justo en ese momento teníamos un pequeño descanso y me fui a la habitación con una mezcla de emociones. Y allí el Señor me bendijo con la gracia sanadora del «Don de lágrimas». No podía parar de llorar, me sentía súper amada por Jesús, y cuando cesó el llanto, experimenté una paz tangible y una profunda confianza Él.

Tenía la Biblia conmigo y con mucha Fe le pedí al señor: «Confirma con tu Palabra lo que yo acabo de recibir.»

Cuando abrí la Biblia el cuerpo me empezó a temblar; me desbordé en agradecimiento y solo podía más que bendecir el Nombre de Jesús: Mc 16, 15-18.

«Y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.”»

El Cielo me dio certeza de su Poder.

Enseguida teníamos la Eucaristía y la efusión para recibir el bautismo en el Espíritu.

Toda la Eucaristía fue un desbordante Amor de Jesús. Era como estar transportada al Paraíso en la presencia de Jesús; la saboreé con intensidad, el interior de mi corazón se sentía tocado por la Gracia de Dios.

En el momento de la efusión, el padre dijo que todos los que quisiéramos recibir el poder del Espíritu Santo nos acercáramos para que los hermanos pudieran orar.

Mi deseo fue instantáneo, no lo dudé ni un segundo, sentía mucha libertad y apertura.

Me acerqué y comenzaron a orar por mí; yo me entregué a la alabanza con los brazos abiertos mientras le pedía al Señor que actuara con su poder: «Te doy permiso para hagas lo que quieras en mí…»

De nuevo el cuerpo me empezó a temblar; de repente sentí que Jesús vino a mí y con los brazos extendidos me sumergió en un profundo abrazo, y yo en su pecho descansé. Fue entonces que tuve un descanso.

Era como si a mi lado no hubiese nadie; solo éramos Él y yo. Me sentía absorbida en Él, «un encuentro Real con el Amado».

Mientras estaba en descanso comencé a sentir un toque directo de corriente eléctrica que aumentaba en grande conforme los hermanos seguían orando; me sentía como un bloque en el suelo, todo mi cuerpo inmovilizado, a excepción de mis manos que permanecían levantadas en todo momento alabando a Dios (así me lo sugería el Espíritu).

Quería mover mi boca para bendecir al Señor, pero no podía.

Una corriente desde el vientre me subía hasta mi lengua. En mi interior seguía alabando y dando gracias a Dios por lo que estaba obrando en mí. Entonces en ese momento escuché al padre Salvador, que dijo: «Don de lenguas.» Y mi lengua se soltó. Empecé a hablar en lenguas continuamente, era un no parar y así continué por largo rato… Y entonces el padre se acercó a mí y me puso la mano en el pecho y me dijo: «Paz.» Verdaderamente sentí una profunda Paz en el Señor.

¡Jesús hizo el milagro y atendió a la voz de mi súplica!

Todo el Retiro fue un encuentro sorprendente, renovador y transformador para mi vida. Hoy día sigo alabando y bendiciendo a Dios por sus maravillosas obras. Mi único deseo es seguir creciendo en la Fe y amar al Señor con sincero corazón.

«Él es mi fuerza y mi salvación.»

«Bendeciré al Señor en todo tiempo; su alabanza estará siempre en mi boca» Salmo 34, 1.

Adorada y glorificada sea la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

¡Gracias! Comunidad Somos hijos de Dios, que vuestras vidas sigan siendo instrumentos de Fe y del puro Amor de Jesús.

¡Bendiciones!

Alejandra.

Señor yo creo en Ti, quiero ver tu Gloria

TESTIMONIO #023

Buenas noches, padre Salva:

He considerado que es mejor escribir ahora, cuando el evento está aún fresco en la memoria. Nos hemos conocido esta tarde, después de la Adoración Eucarística.

Soy el que Jesús ha sanado de su enfermedad en la espalda.

¿Qué me ha pasado?… Haré un poco de breve historia personal hasta llegar a «esta tarde».

Hace más de 2 años, el Señor, y especialmente la Virgen María, cambiaron radicalmente mi vida cristiana en Medjugorje. Hube de ir allí para conocer, precisamente allí, a un sacerdote valenciano, el padre José Enrique Francés. Y nos llovieron muchas gracias.

Entramos en el pequeño grupo de oración que él dirigía. Con lluvia incesante de regalos de parte del Señor. En concreto, aquél Pentecostés el Espíritu Santo nos inundó con un amor inmenso por la Eucaristía y la Adoración Eucarística. Un fuego de amor diferente, intenso. Algo maravilloso.

Usted y yo y muchos, sabemos y creemos firmemente que en ese pedacito de pan sacramentado está vivo nuestro Dios. Pero esto, este secreto a voces, es pura gracia el saberlo y sentirlo. Y mayor gracia poder estar en su Presencia y Adorarle. De Él viene todo ese amor por amor.

El p. José Enrique fue el que hace un año me remitió a la parroquia que usted preside. Y no ha sido hasta hoy, tras recordármelo un hermano en el Señor, que he sentido el impulso necesario de ir esta tarde.

Confieso que esperaba encontrar una pequeña parroquia de pueblo, con un grupo mínimo de adoradores. Y mayores. ¡Qué grata sorpresa ver tanta gente, y joven! Aunque personalmente poco me da que sean 3 que 300. Con que esté Jesús presente me basta.

Los problemas de mi espalda se han agravado en estos últimos años. Después de la vuelta del segundo viaje a Medjugorje el pasado mayo, me practicaron una RMN. Y la compañera traumatóloga se asustó aun más que yo al verla. De tal forma que me sugirió pasar por el quirófano en septiembre.

En junio mi esposa fue curada sin secuelas de una grave enfermedad cardíaca el día de Pentecostés. Fue uno de los tantos milagros que hace el Espíritu del Señor. Y yo, aunque también pedía mi sanación, no lo hacía con gran convencimiento. Pues de lo mío, aun a pesar de ser doloroso, no se muere nadie. Y… no sé, pensaba que tal vez el Señor tiene enfermitos más graves que precisan de su atención más que yo.

Con todo, a medida que se acercaba septiembre, mis súplicas eran constantes. Y con fe repetía y le decía a Jesús:

«Señor, yo creo. Yo sé que estás vivo. Hoy como ayer. Y en los Evangelios no hay ningún caso de un enfermo al que Tú rechazaras y te negases a curarlo. Luego si Tú quieres puedes curarme. Sáname Señor. Yo creo en Ti. Yo quiero ver tu Gloria. Sáname Señor.»

Hasta durante el sueño repetía, «Señor yo creo en Ti, quiero ver tu Gloria».

Mucha vida de oración y Eucaristía y súplica a diario. Pero El Señor permanecía estos meses como en un sordo silencio al respecto de mi enfermedad. Como alejado. No en otras cosas en las que era bien manifiesta su presencia.

Hasta que un sacerdote amigo de la RCC, el mismo que tuvo palabra de conocimiento de la curación de mi esposa, me dijo: «El Señor te va a sanar.»

Bueno, «tal vez el Señor me sane», pensé. Tal vez el designio del Señor sea sanarme a través de las manos del cirujano. Confieso que ya nos habíamos hecho a la idea de pasar por las largas horas de intervención quirúrgica.

Tenía concertada la visita con un neurocirujano que también, como la traumatóloga, tras ver la RMN había dicho que, sí o sí, había que operarme a no mucho tardar.

Hace dos semanas el neurocirujano desapareció, dejó el hospital y ahora se dedica a otros menesteres. Y ha manifestado que no vuelve a operar a nadie más en su vida.

Bueno, he caído en otras manos. Y solo a través de terceros, sin aún consulta. Este nuevo doctor es tan conservador que, vista mi RMN, dice que lo mejor es no operarme, que soy «demasiado joven».

Fíjese, 60 años y dice que soy joven. En fin…, visto la disparidad de lo que opinan mis colegas, me puse en manos de la Virgen y le pedí con todas mis fuerzas que me curara el mejor médico cirujano del mundo que conozco y que es su Hijo Jesús.

Y, recordando por una monición de un tercero, que en los años 60 un primo mío fue sanado de un cáncer terminal tras su peregrinación a Lourdes, también yo iba a ir el próximo mes con esa intención. Pero el Señor me ganó la mano y ahora lo haré en acción de gracias.

Ayer, durante una Adoración Eucarística en un retiro, hubo palabras de conocimiento para mí. Yo las recibí de otros, y las creí. Supe que eran para mí, pero nada dije. Me quedé en la esperanza de la verdad, pero no sabía cómo, dónde ni cuándo. Y salí del retiro dolorido debido a mi espalda y mis piernas, por tantas horas sentado en aquella silla.

Hoy, como ya he dicho, he sentido el impulso de ir a la Adoración en Paiporta. Y es que necesito Adorar y, si puedo, comulgar a diario. Es «hambre de Dios», usted me comprenderá.

Al principio de llegar me encontraba incómodo. Mucha gente. Y sin conocer a nadie.

Me he envuelto de la presencia del Señor Jesús Sacramentado y he alabado, he cantado y he orado cuanto el Espíritu Santo ha puesto en mis labios.

Y sí, me dolía la espalda, las piernas y las rodillas. Pero le Adoraba con todo mi corazón y mi ser.

Cuando usted ha dicho «aquí hay un hombre con dolor y una enfermedad en la espalda a quien hoy Jesús quiere sanar», yo he sentido interiormente que ese hombre era yo. Que mi señor Jesús me hacía tan gran regalo.

Se he han ido al instante todos los dolores. He caído de rodillas y me ha regalado abundancia de lágrimas. Ese es mi Señor. El Rey de la Gloria. El único Dios. Jesús, que hoy como ayer pasa haciendo el bien y sana de toda enfermedad a quien se lo pide. Es cierto que antes de suceder esto, el Señor me ha pedido que perdonara de todo corazón a dos personas concretas. Y así lo he hecho.

Por cierto, cuando se ha encendido la luz, mientras el Santísimo Sacramento en manos del sacerdote pasaba entre los bancos y bendecía a todos, he elevado una oración a los ángeles custodios del Sagrario.

Lo demás ha sido conocerle y pedirle su bendición. Bendición franciscana que aprecio en lo más profundo de mi ser.

Haga usted el uso que considere conveniente de este escrito. Sé que lo hará para mayor gloria de Dios. Pues justo es que habiendo recibido del Señor tantas Gracias, le demos en todo tiempo y lugar el honor y la Gloria que a Él solo pertenecen. Amén.

Sin otro particular, un cordial saludo en el Señor.

La Paz.

Miguel Casañ.

El don de la alabanza

TESTIMONIO #022

Paz y Bien.

Hola, soy Blas.

Gracias a Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, por el pasado retiro del padre Salvador «Renovados en el Espíritu». Escribo este testimonio en acción de gracias por tanto bien recibido y por poder compartir la efusión del Espíritu que viví en primera persona.

Quiero puntualizar que no soy (era) dado a alabar en voz muy alta ni con los brazos extendidos. Siempre he sido muy vergonzoso para eso. Todo lo contrario de lo que me pasó el domingo en Luz y Misericordia. Como entonces dijo el padre Salvador (que el Señor lo conserve en su ministerio durante muchos años y continúe abriéndonos puertas a la acción del Espíritu Santo a la luz de las Sagradas Escrituras), Luz y Misericordia era un encuentro exclusivo con el Señor, sin espectadores ni mirones, a solas con el Señor pese a estar todos juntos en alabanza frente al Santísimo. Así lo viví yo. Al entrar sentí que tenía que situarme junto al coro. Ya desde el principio del retiro estaba algo más alabador ya que traía la experiencia del anterior retiro de sanación vivido en mayo, y sabía, porque así nos lo recuerda el padre, que el Espíritu se derrama más si la intensidad de la alabanza es mayor en la asamblea.

Lo dicho, me puse junto al coro y empezamos a adorar y a alabar al Señor y mi garganta se abrió, y, de rodillas, y con los brazos bastante abiertos, mi alabanza ya empezó a ser más intensa. Cantaba con fuerza, sintiendo al Señor, nuestro Dios y a su Espíritu y que me oían y veían alabar y agradecer.

Mis alabanzas pasaron al llanto, llanto y dolor profundo, pues los hermanos (mis 5 hermanos y yo) atravesamos un distanciamiento en la familia, en concreto a causa de uno de los hermanos que está confundido y metido en la santería y ha arrastrado a otros hermanos y sobrinos.

El Señor, y su Espíritu, me concedieron poder poner todo mi sufrimiento y dolor de años a sus pies en la Cruz, con gran dolor y entrega y gracias a hacerme descansar en el Espíritu cesaron mis alabanzas sollozantes y dolorosas.

Durante el descanso en el Espíritu continué ofreciéndole a Jesucristo la angustia familiar y lo volqué todo.

Me pude recomponer, lleno de sudor y lágrimas, continué de rodillas y me vino el ímpetu de alabar y bendecir al Señor como agradecimiento de haber sido escuchado y aliviado.

Sentí que todo el mal que estaba intoxicando a mi familia se quedó a los pies del Señor y entonces ya no pude dejar de alabar, con los brazos totalmente abiertos, levantando mi voz, agradeciendo y alabando. Se me confirmó después que había recibido el don de la alabanza, pues no podía parar de alabar, bendecir, agradecer al Señor nuestro Dios con fuerza en la voz, mayor apertura de brazos de forma notoria.

Fue tanto el ímpetu y las ganas de alabar y bendecir y me encontraba totalmente liberado de la carga que no atendía cuando me indicaron que paráramos de alabar; entonces rezaron por mí y tuve otro descanso en el Espíritu a muy pesar mío porque sólo quería seguir alabando.

Los días han pasado. Con mis hermanos casi todo sigue igual, de momento. Pero sé bien que el Señor me escuchó y solo tenemos que esperar sus tiempos. De momento yo he empezado mi tiempo con Él, que es el tiempo del Amor, la Alabanza, la gratitud y la confianza.

Alabado sea el Señor nuestro Dios.

Un abrazo.

Blas.

Grandes maravillas

TESTIMONIO #021

Grandes maravillas obra el Señor en quienes se dejan hacer. Gracias por esas Adoraciones tan ungidas. La música, las palabras, todo es un conjunto celestial. Ayer tuve sanación de muchas heridas que llevaba desde niña. Heridas de abusos y faltas de amor.

Gracias.

Bendiciones.

Nuevo Pentecostés de Amor Esponsal

TESTIMONIO #020

Alabo y Bendigo a la Trinidad Santísima por estos retiros que nos sirve la Comunidad «Somos hijos de Dios».

En estos retiros se vive el Cielo, porque te transportan del saber al sabor. Muchos cristianos tenemos muchas cosas de nuestra fe, claras en la cabeza, pero hasta que no las vives en primera persona, no te sirven para mucho.

En estos retiros se vivencia la fe que decimos profesar. La fe que, en tantas ocasiones, es algo inerte en nuestras vidas, en estos retiros se hace vida. Como se ha dicho en el Retiro, la vivencia no es contraria a la fe. Cuando experimentas físicamente al Espíritu Santo, intuyes a qué sabe el Cielo, porque tienes la certeza interior de que Jesús está Vivo y está Presente, preocupado por todas nuestras cosas, aún las que nosotros consideramos menos importantes.

Yo doy gracias al Señor por haber llamado a toda la Comunidad a este servicio de Nueva Evangelización y, también, a todos los hermanos por vuestro Fiat.

El viernes al llegar, fuimos muy bien acogidos. Ser recibido con una invitación a la Palabra de Dios es muy gratificante. El bombón estaba bueno, pero la Palabra Jn 8, 12 fue más consoladora:

«Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.»

Llegas cansado y el Señor te está esperando, en la persona de dos hermanas muy cariñosas, que te invitan a su Palabra. La verdad es que, desde que se anunció la celebración del Retiro, yo esperaba ansiosamente la llegada del día. En estos retiros yo disfruto la Vida.

El servicio de música, impresionante e indispensable; el Espíritu, en muchos momentos, sale directamente del alma y de los instrumentos de estos hermanos y penetra directamente en mi alma y en mi espíritu. Y mi cuerpo que, de normal, no se mueve, no se puede resistir y está activo todo el tiempo. Eso es obra del Espíritu.

La primera noche, durante la oración de desbloqueos experimenté algo que me alivió mucho, pues yo tengo en la columna vertebral dos cervicales desplazadas desde hace años y llevaba desde Junio con bastante dolor. El viaje en coche hasta el Retiro lo hice con dolor. Durante las canciones de la tarde, ya me sentí un poco aliviado. Pero fue durante la oración de desbloqueo, en que pasó esto. Hubo un momento en que me digo «esto que está diciendo el padre viene para mí». Enseguida le pedí al Señor que me desbloqueara de ese error en que yo estaba. Y, casi por instinto, pongo mi mano izquierda en mi espalda, a la altura de las cervicales y digo «fuera dolor ahora en el Nombre de Jesús». Y el dolor de tres meses desaparece enseguida completamente, para Gloria de Dios y alivio mío.

Yo me siento llamado a entrar en el Camino de los Dones Espirituales, que es la única respuesta a los desafíos de esta generación apóstata. Siento una llamada muy fuerte del Señor, en ese sentido. En la noche de signos, el Señor me dice:

«Necesito tus cinco panes y tus dos peces, para alimentar a mis hijos.»

En la hora de Adoración, de 4:00 a 5:00, después de hablar un rato con el Señor, le pedí que me confirmara esta llamada, por medio de una Palabra. Y esta es la que me sale:

«Encontré a David, hijo de Jesé, hombre conforme a mi corazón, que cumplirá todos mis preceptos.»

Tengo que ser paciente y esperar a que el Señor termine de aclarar lo que Él debe aclarar en los próximos meses. Pido, desde aquí, a toda la Comunidad que ore por mí en este sentido.

El sábado en la mañana, el momento de la Efusión del Espíritu fue impresionante para mí, porque sentía claramente la invitación del Señor y la acepté dócilmente. Le abrí de par en par todas las puertas y ventanas de mi Casa interior y experimenté una invasión total de su Amor.

Por la tarde durante la Escuela Profética identifiqué claramente lo que el Espíritu me decía de las tres parejas que me tocaron. Pero cuando Alejandra, me dice de parte del Espíritu que yo era un «Embajador del Amor», me puse a llorar, porque ella no me conoce y no sabe nada de mí. Nunca hubiera imaginado que el Señor me llamara así.

Lo cierto es que, en la segunda quincena del pasado mes de Julio, durante mis horas de oración matutina, estuve preparando un Retiro de tres días para unas Hermanas que me lo habían pedido. Yo le decía al Señor: «¿Qué quieres decirles en este Retiro?» Y la respuesta del Señor es que el Espíritu Santo es el Esposo de nuestras almas y que, en este tiempo, quiere ya que todos los cristianos, hombres y mujeres, le aceptemos como nuestro Esposo y nos dejemos amar por Él, como Él desea amarnos: este es el Nuevo Pentecostés de Amor Esponsal.

¡Alabada sea la Santísima Trinidad! ¡Alabado sea el Inmaculado Corazón de María!

Lucas.

Mi pecho ardiendo en el gozo de Dios

TESTIMONIO #019

Misericordia y paz.

La Santa Eucaristía comenzaba. Ven Espíritu Santo. Todo el día repito lo mismo como mi hermanito pequeño Juan de la Cruz. Me dice en el cántico espiritual, canción 17:

«Impedir la sequedad por medio de la oración y devoción. Invocar al Espíritu Santo es el que hace ahuyentar esta sequedad del alma.»

En la Santa Eucaristía repetía: Ven Espíritu Santo.

Amo a Dios Padre.

Amo a Dios Hijo.

Amo a Dios Espíritu Santo, Fuego y Agua.

A la hora de comulgar me puse a llorar. No me sentía digna de comulgar. Jesús te Amo. Y entró el Señor en mí. Ofrecí la comunión al sagrado Corazón de Jesús por las ofensas de ese día, y comenzó a arder en mi pecho; vibraba. Cuando volví al sitio, me puse las dos manos en el pecho y ardía (vi un corazón rodeado de espinas grandes; respiraba yo en él, bombeando en su interior). Señor, se confirmaba el por qué tienes el corazón en el centro de tu pecho. Muchas preguntas le hice al Señor antes del retiro y allí me las contestó. No podía parar de gritar: ¡Confirmo, confirmo!

Al día siguiente, el sacerdote rezó por mí en el bautismo del Espíritu, y me impuso la mano en el pecho, que ardía. Cuando una de las hermanas que rezaba por mí dijo corazón de Cristo, tuve un descanso en el Espíritu. Me dejé envolver por la dulce dulzura de Jesús, confirmando una vez más que yo vivo en el corazón de Cristo.

Hoy, 3 de octubre, sigue mi pecho ardiendo en el gozo de Dios.

Gracias a la Comunidad Somos hijos de Dios. Bendiciones.

Mª Ángeles.

Dios no hace nada por casualidad

TESTIMONIO #018

Estando la Eucaristía, la Adoración y la Alabanza en el centro del Retiro, la sanación interior es preciso que tenga lugar, no podría ser de otra manera, para Gloria de Dios.

Personalmente he podido experimentar esa ruptura de cadenas internas y la sanación de heridas afectivas en el momento del Bautismo en el Espíritu Santo.

Durante la Efusión ayudé a levantarse a una joven después del descanso en el Espíritu. Ella estaba con los ojos cerrados, la cara desencajada y bastante mareada. La ayudé a sentarse y empecé a rezar por ella para que Dios siguiera sanando y liberando de tanto sufrimiento como me dejaba percibir. De hecho, el Señor me hizo ver que compartíamos las mismas heridas.

Durante el retiro no pude hablar con ella. En una de las dinámicas nos sentamos juntas y por motivos de organización nos separaron. Pero Dios no hace nada por casualidad.

En la Adoración de la noche me levanté en el turno de las 4:30 h. Me arrodillé ante el Santísimo y le dije que si lo creía conveniente me diera la fuerza para dar testimonio de la historia de amor que ha hecho en mi vida, porque a mí me cuesta mucho, pero para Él nada hay imposible.

El domingo no se hizo rueda de testimonios como tal. Y pensé, «pues nada, el Señor me lo pone fácil. Otra vez será.»

Pero providencialmente, después de la comida y esperando a los que venían en mi coche, Dios quiso que me encontrase con esta joven y sus dos amigos. Le dije que le había cambiado mucho la expresión de la cara y que ahora reflejaba una gran paz y serenidad; que no sabía nada de su historia, pero que rezando por ella Dios me había hecho ver que compartíamos las mismas heridas de abandono, de no ser deseadas desde el seno materno, de la separación de los hermanos, etc. Le pude entregar la carta que había escrito en una de las dinámicas dando ánimos a una persona que no sabíamos quién era.

Lloramos y nos abrazamos. Y dimos Gloria a Dios, porque aunque permite el sufrimiento y la Cruz en nuestras vidas, nos hace ver la Luz y el Camino que nos llevan a Él.

¡Alabados sean Jesús y María!

Este Retiro ha sido una bendición. Me llevo la paz en el corazón y la acción sanadora del Espíritu Santo. Y a todas las personas con las que me he encontrado. ¡Gloria a Dios!

Rocío.

Qué poderosa la oración

TESTIMONIO #017

Llegué al Retiro con un dolor en el pecho izquierdo muy intenso, quizás producido por heridas emocionales y sentimientos encontrados que tuve los días anteriores.

La oración de desbloqueo inició algo en mi interior y en los Laudes del sábado empecé a sentir como se «desbloqueaba» ese dolor.

Por la noche, cuando alguien dijo «dolor en el pecho izquierdo», levanté la mano y oraron por mí. Es más, Teresita me preguntó luego de la oración: «¿Sientes aún dolor?» Le dije que aún algo. Y continuaron rezando por mí.

El domingo al despertarme ya no tenía ningún dolor.

¡Gloria a Dios! Qué poderosa la oración del sábado.

¡Profundamente agradecida a Dios y a todos vosotros, instrumentos de Dios! Ha sido una renovación de mi corazón y mi mente a la Luz del Espíritu Santo. Un compromiso de «alinear» siempre todos mis pensamientos y acciones a la Luz de la Voluntad de Dios en mi vida.